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Bien de interés cultural – Resolución de 6 de octubre de 2021, de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, por la que se incoa el expediente de declaración como Bien de Interés Cultural de la Comunidad de Madrid, en la categoría de Conjunto Histórico, de la Quinta y Palacio de Torre Arias en Madrid
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BOCM
VIERNES 22 DE OCTUBRE DE 2021
B.O.C.M. Núm. 252
dotaron de edificaciones auxiliares. El jardín y la huerta fueron objeto de grandes mejoras
y fuertes inversiones, mejorando su riego y rediseñando el conjunto.
La condesa viuda de Osuna falleció en 1748, y los herederos, no pudiendo mantener
la finca y obligados a venderla, solicitaron una tasación que proporciona una detallada descripción de la finca. La superficie era de 13,45 hectáreas, todo su perímetro vallado y con
tres accesos de entrada, la principal a levante por estar cerca del palacio, la de Alcalá o Camino de Canillejas al sur y otra al noroeste, hoy cegada. En el interior de la Quinta existían
además del palacio cuadras, palomar, casería, cuatro estanques para riego; cenador una
fuente berroqueña y un arroyo canalizado por paredes de mampostería.
En 1756 se efectuó la venta de la Quinta y palacio a Antonio de Estrada y Bustamante, que enseguida cedió la finca al Convento de Santo Tomás de Aquino de Madrid, que la
destinó exclusivamente a fines agrícolas. Pero al no ser rentable su explotación, en 1771 fue
vendida a Josefa María de Arizcun Irigoyen, noble de familia navarra, pasando la propiedad al fallecimiento de esta a su hijo Pedro Regalado de Garro Arizcun. Después, el descuido y la Guerra de la Independencia ocasionaron que la finca sufriera un gran abandono, a
pesar de que sucesivos propietarios, como el marqués de Cerralbo o el XVII duque de Medina Sidonia, que compró la finca en 1825, procuraron mantener su el carácter original. Con
Pedro Álvarez de Toledo Palafox, de la casa de Medina Sidonia, la quinta “recuperó entonces cierto esplendor, influida sin duda por la cercanía de El Capricho, que poseían sus parientes los Duques de Osuna”.
La adquisición de los terrenos por parte de Manuel de Acuña y Dewitte, X marqués de
Bedmar, en 1850, supuso la recuperación total de la Quinta de Canillejas, que llego a considerarse una de las más hermosas de las inmediaciones de la Corte. El Marqués emprende
una amplia restauración, adquiriendo varias propiedades limítrofes y consolidando así una
propiedad similar a su configuración actual. La reforma más importante llevada a cabo por
el marqués de Bedmar fue la remodelación del Palacio en 1877, ampliando su edificabilidad hacia el sur y este y aumentando la planta hasta alcanzar los 30 x 36 metros, por lo que
el patio interior cuadrangular quedó desplazado respecto a su concepción original. Esto
obligó a modificar sus fachadas, revestidas con fábrica de ladrillo visto tal, como aparecen
en la actualidad. En los últimos años del siglo XIX, fallecidos los marqueses de Bedmar sin
sucesión directa, se traspasa la propiedad a María de los Dolores de Salabert Arteaga, VIII
marquesa de la Torre de Esteban Hambrán, casada con Ildefonso Pérez de Guzmán el Bueno, VI conde de Torre Arias, título que da el nombre con el que hoy se conoce la Quinta.
A los condes de Torre Arias se debe la conservación de la finca tal y como la crearon
los marqueses de Bedmar. Los nuevos propietarios, intentando un mayor desarrollo agrícola y ganadero, edificaron pabellones para animales en la zona norte de la finca, construyeron cuadras con boxes para caballos, una vaquería (con producción de leche); perreras (donde criaban galgos de pura raza española) y gallinero (con aves exóticas).
Fallecida la VIII condesa de Torre Arias el 1 de octubre de 2012, se puso en marcha el
convenio acordado con el Ayuntamiento de Madrid, por el cual pasaba este a ser el propietario de la finca.
La quinta, pues, evolucionó a lo largo de la historia, pero su uso y carácter se mantuvieron con pocas variaciones como finca de recreo y explotación agropecuaria, otorgando
a este espacio una unidad e integridad excepcionales.
4. Descripción del bien inmueble
Durante el siglo XVI se comenzaron a construir estas fincas de recreo, donde los grandes jardines eran espacios de recreo tan importantes como los palacetes construidos y donde las huertas y el ganado como explotaciones agropecuarias ayudaban al autoabastecimiento. El palacio, su extenso jardín y la explotación agrícola han llegado a nuestros días
conservando la estructura original y sus características como finca de recreo y agropecuarias, funciones principales que la definieron desde su origen.
El terreno que ocupa la finca está formado por dos parcelas muy diferentes: la parcela
norte que linda con la calle Marquesado de Santa María, terreno baldío que carece de edificaciones y con poca vegetación; y la Quinta histórica de Torre Arias, hacia el sur de la
parcela catastral con su vallado histórico en todo su perímetro y con dos accesos: el acceso
principal al sur (calle Alcalá) y el acceso situado al noroeste junto a la antigua vaquería.
La quinta de Torre Arias se encuentra localizada en una zona de arroyos pertenecientes a la cuenca del río Jarama. La presencia de agua, en forma de arroyos y viajes de agua,
fue uno de los grandes condicionantes para su ubicación. El sistema de riego se abastece de
dos viajes de agua, la Minaya, galería subterránea situada al oeste de la finca que termina
BOCM-20211022-61
Pág. 330
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
VIERNES 22 DE OCTUBRE DE 2021
B.O.C.M. Núm. 252
dotaron de edificaciones auxiliares. El jardín y la huerta fueron objeto de grandes mejoras
y fuertes inversiones, mejorando su riego y rediseñando el conjunto.
La condesa viuda de Osuna falleció en 1748, y los herederos, no pudiendo mantener
la finca y obligados a venderla, solicitaron una tasación que proporciona una detallada descripción de la finca. La superficie era de 13,45 hectáreas, todo su perímetro vallado y con
tres accesos de entrada, la principal a levante por estar cerca del palacio, la de Alcalá o Camino de Canillejas al sur y otra al noroeste, hoy cegada. En el interior de la Quinta existían
además del palacio cuadras, palomar, casería, cuatro estanques para riego; cenador una
fuente berroqueña y un arroyo canalizado por paredes de mampostería.
En 1756 se efectuó la venta de la Quinta y palacio a Antonio de Estrada y Bustamante, que enseguida cedió la finca al Convento de Santo Tomás de Aquino de Madrid, que la
destinó exclusivamente a fines agrícolas. Pero al no ser rentable su explotación, en 1771 fue
vendida a Josefa María de Arizcun Irigoyen, noble de familia navarra, pasando la propiedad al fallecimiento de esta a su hijo Pedro Regalado de Garro Arizcun. Después, el descuido y la Guerra de la Independencia ocasionaron que la finca sufriera un gran abandono, a
pesar de que sucesivos propietarios, como el marqués de Cerralbo o el XVII duque de Medina Sidonia, que compró la finca en 1825, procuraron mantener su el carácter original. Con
Pedro Álvarez de Toledo Palafox, de la casa de Medina Sidonia, la quinta “recuperó entonces cierto esplendor, influida sin duda por la cercanía de El Capricho, que poseían sus parientes los Duques de Osuna”.
La adquisición de los terrenos por parte de Manuel de Acuña y Dewitte, X marqués de
Bedmar, en 1850, supuso la recuperación total de la Quinta de Canillejas, que llego a considerarse una de las más hermosas de las inmediaciones de la Corte. El Marqués emprende
una amplia restauración, adquiriendo varias propiedades limítrofes y consolidando así una
propiedad similar a su configuración actual. La reforma más importante llevada a cabo por
el marqués de Bedmar fue la remodelación del Palacio en 1877, ampliando su edificabilidad hacia el sur y este y aumentando la planta hasta alcanzar los 30 x 36 metros, por lo que
el patio interior cuadrangular quedó desplazado respecto a su concepción original. Esto
obligó a modificar sus fachadas, revestidas con fábrica de ladrillo visto tal, como aparecen
en la actualidad. En los últimos años del siglo XIX, fallecidos los marqueses de Bedmar sin
sucesión directa, se traspasa la propiedad a María de los Dolores de Salabert Arteaga, VIII
marquesa de la Torre de Esteban Hambrán, casada con Ildefonso Pérez de Guzmán el Bueno, VI conde de Torre Arias, título que da el nombre con el que hoy se conoce la Quinta.
A los condes de Torre Arias se debe la conservación de la finca tal y como la crearon
los marqueses de Bedmar. Los nuevos propietarios, intentando un mayor desarrollo agrícola y ganadero, edificaron pabellones para animales en la zona norte de la finca, construyeron cuadras con boxes para caballos, una vaquería (con producción de leche); perreras (donde criaban galgos de pura raza española) y gallinero (con aves exóticas).
Fallecida la VIII condesa de Torre Arias el 1 de octubre de 2012, se puso en marcha el
convenio acordado con el Ayuntamiento de Madrid, por el cual pasaba este a ser el propietario de la finca.
La quinta, pues, evolucionó a lo largo de la historia, pero su uso y carácter se mantuvieron con pocas variaciones como finca de recreo y explotación agropecuaria, otorgando
a este espacio una unidad e integridad excepcionales.
4. Descripción del bien inmueble
Durante el siglo XVI se comenzaron a construir estas fincas de recreo, donde los grandes jardines eran espacios de recreo tan importantes como los palacetes construidos y donde las huertas y el ganado como explotaciones agropecuarias ayudaban al autoabastecimiento. El palacio, su extenso jardín y la explotación agrícola han llegado a nuestros días
conservando la estructura original y sus características como finca de recreo y agropecuarias, funciones principales que la definieron desde su origen.
El terreno que ocupa la finca está formado por dos parcelas muy diferentes: la parcela
norte que linda con la calle Marquesado de Santa María, terreno baldío que carece de edificaciones y con poca vegetación; y la Quinta histórica de Torre Arias, hacia el sur de la
parcela catastral con su vallado histórico en todo su perímetro y con dos accesos: el acceso
principal al sur (calle Alcalá) y el acceso situado al noroeste junto a la antigua vaquería.
La quinta de Torre Arias se encuentra localizada en una zona de arroyos pertenecientes a la cuenca del río Jarama. La presencia de agua, en forma de arroyos y viajes de agua,
fue uno de los grandes condicionantes para su ubicación. El sistema de riego se abastece de
dos viajes de agua, la Minaya, galería subterránea situada al oeste de la finca que termina
BOCM-20211022-61
Pág. 330
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID