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Bien de interés cultural – Orden 818/2011, de 11 de mayo, por la que se incluye en el Inventario de Bienes Culturales de la Comunidad de Madrid el monasterio e iglesia de “La Inmaculada y San Pascual”, de Madrid
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BOCM
VIERNES 10 DE JUNIO DE 2011
B.O.C.M. Núm. 136
El paseo de Recoletos constituye una de las vías principales de Madrid, situado en el
eje urbano que discurre de Sur a Norte entre la plaza de Atocha y el paseo de la Castellana.
Con poco más de 500 metros, el paseo se desarrolla al Este del centro histórico de la capital, delimitado por las plazas de Cibeles y Colón. Hasta la segunda mitad del siglo XIX tuvo
un carácter marcadamente tangencial a la Villa, pues constituía un estrechamiento entre el
paseo del Prado y el de Castellana, si bien el proyecto de reforma y ensanche comenzado
en la década de 1860 vino a otorgar una nueva alineación a la vía integrándola en la nueva
trama urbana.
2. Breve introducción histórica
El convulso siglo XIX trajo consigo transformaciones políticas y socioeconómicas de
gran magnitud, que irremediablemente afectaron a la ciudad y su trama urbana; Madrid sobrepasa los límites de las obsoletas murallas y se gestan proyectos de ensanche de gran envergadura, como lo fue el de Carlos María de Castro de 1860. No obstante, de manera simultánea se llevan a cabo importantes reformas interiores destinadas a descongestionar la
trama histórica (situación que el proceso desamortizador facilitaría), así como controlar la
actividad edificatoria a través de una incipiente normativa reguladora.
Es en este contexto donde se inserta el ensanche del paseo de Recoletos, zona que
constituía un estrechamiento entre los paseos de la Castellana y del Prado. La necesidad de
ampliación del paseo de Recoletos fue propuesta por primera vez por Ramón de Mesoneros Romanos en 1846 y reiterada por Mendizábal y Ramiro de Ainz, aunque el proyecto se
paraliza por falta de fondos hasta prácticamente la década de 1860. A partir de entonces
Recoletos se convertiría en pieza esencial del urbanismo de la época, nexo entre el Madrid
histórico y su primer ensanche. La ampliación comporta la expropiación parcial de ciertos
solares, que si en el caso del monasterio de las Salesas Reales afecta exclusivamente a su
zona de huertas, para el monasterio de “San Pascual” significa el completo derribo del templo y parte de las dependencias privadas.
El primitivo cenobio de “La Inmaculada y San Pascual”, constituido en 1683, fue una
de las últimas fundaciones conventuales del prolífico siglo XVII madrileño. Su benefactor,
Juan Gaspar Enríquez de Cabrera, almirante de Castilla y duque de Medina de Rioseco, quiso fundar en unos terrenos colindantes a su palacio (en el lado occidental de Recoletos), un
convento de religiosas franciscanas de la reforma de “San Pedro de Alcántara”, procurando una generosa ayuda para el mantenimiento de la institución, que debía ser asumida por
sus descendientes. El convento fue constituido por una comunidad de clarisas traídas desde Almonacid de Zorita, que fueron instaladas en las dependencias palaciegas del duque
hasta que se ultimara el inmueble ex profeso.
Se trataba de un típico edificio conventual barroco en el que primaba la sencillez y la
funcionalidad, construido bajo las especificaciones de su benefactor. Pocos datos se conservan de este primer asentamiento, del que no se conoce el autor de la traza, si bien continuó las obras Diego Román. Se tiene constancia de ciertos datos sobre la iglesia, que respondía al típico esquema barroco de nave central y capillas laterales transitables, con nave
de crucero de mayor anchura no sobresaliente en planta, localizándose en el centro del transepto una gran cúpula encamonada, esquema acorde con los modelos constructivos imperantes en el Madrid del siglo XVII. El convento se desarrollaba de manera longitudinal, con
una pequeña fachada a Recoletos que correspondía a los pies de la iglesia y las dependencias privadas se disponían tras el ábside.
Durante la desamortización de Mendizábal en 1836, el convento es suprimido y convertido en almacén de maderas. La comunidad se traslada entonces al convento de las “Descalzas Reales” hasta que Mariano Téllez Girón Beaufort, duque de Medina de Rioseco y
duque de Osuna, descendiente del fundador, reclama el derecho de reversión en 1852 y permite la vuelta de las clarisas al convento. Esta situación, que tuvo lugar de manera simultánea al mencionado ensanche de Recoletos, fue aprovechada por el Ayuntamiento para agilizar el proceso de expropiación y nueva alineación, trámite autorizado por el propietario.
Fueron muchas las vicisitudes del proceso de expropiación, interviniendo en él tanto
el arquitecto del duque de Osuna, Juan José de Urquijo, como los arquitectos municipales
Isidoro Llanos y Alejo Gómez. Llanos y Urquijo, realizaron un primer proyecto de expropiación y constataron la imposibilidad del derribo parcial, pues la nueva línea de fachada
exigía la completa desaparición del templo y parte de las dependencias privadas. Por ello,
finalmente convinieron su total derribo y nueva construcción.
El nuevo inmueble, financiado con la indemnización resultante y por las arcas municipales, se ubicó en el mismo lugar pero retranqueado respecto a su posición original, dan-
BOCM-20110610-24
Pág. 88
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
VIERNES 10 DE JUNIO DE 2011
B.O.C.M. Núm. 136
El paseo de Recoletos constituye una de las vías principales de Madrid, situado en el
eje urbano que discurre de Sur a Norte entre la plaza de Atocha y el paseo de la Castellana.
Con poco más de 500 metros, el paseo se desarrolla al Este del centro histórico de la capital, delimitado por las plazas de Cibeles y Colón. Hasta la segunda mitad del siglo XIX tuvo
un carácter marcadamente tangencial a la Villa, pues constituía un estrechamiento entre el
paseo del Prado y el de Castellana, si bien el proyecto de reforma y ensanche comenzado
en la década de 1860 vino a otorgar una nueva alineación a la vía integrándola en la nueva
trama urbana.
2. Breve introducción histórica
El convulso siglo XIX trajo consigo transformaciones políticas y socioeconómicas de
gran magnitud, que irremediablemente afectaron a la ciudad y su trama urbana; Madrid sobrepasa los límites de las obsoletas murallas y se gestan proyectos de ensanche de gran envergadura, como lo fue el de Carlos María de Castro de 1860. No obstante, de manera simultánea se llevan a cabo importantes reformas interiores destinadas a descongestionar la
trama histórica (situación que el proceso desamortizador facilitaría), así como controlar la
actividad edificatoria a través de una incipiente normativa reguladora.
Es en este contexto donde se inserta el ensanche del paseo de Recoletos, zona que
constituía un estrechamiento entre los paseos de la Castellana y del Prado. La necesidad de
ampliación del paseo de Recoletos fue propuesta por primera vez por Ramón de Mesoneros Romanos en 1846 y reiterada por Mendizábal y Ramiro de Ainz, aunque el proyecto se
paraliza por falta de fondos hasta prácticamente la década de 1860. A partir de entonces
Recoletos se convertiría en pieza esencial del urbanismo de la época, nexo entre el Madrid
histórico y su primer ensanche. La ampliación comporta la expropiación parcial de ciertos
solares, que si en el caso del monasterio de las Salesas Reales afecta exclusivamente a su
zona de huertas, para el monasterio de “San Pascual” significa el completo derribo del templo y parte de las dependencias privadas.
El primitivo cenobio de “La Inmaculada y San Pascual”, constituido en 1683, fue una
de las últimas fundaciones conventuales del prolífico siglo XVII madrileño. Su benefactor,
Juan Gaspar Enríquez de Cabrera, almirante de Castilla y duque de Medina de Rioseco, quiso fundar en unos terrenos colindantes a su palacio (en el lado occidental de Recoletos), un
convento de religiosas franciscanas de la reforma de “San Pedro de Alcántara”, procurando una generosa ayuda para el mantenimiento de la institución, que debía ser asumida por
sus descendientes. El convento fue constituido por una comunidad de clarisas traídas desde Almonacid de Zorita, que fueron instaladas en las dependencias palaciegas del duque
hasta que se ultimara el inmueble ex profeso.
Se trataba de un típico edificio conventual barroco en el que primaba la sencillez y la
funcionalidad, construido bajo las especificaciones de su benefactor. Pocos datos se conservan de este primer asentamiento, del que no se conoce el autor de la traza, si bien continuó las obras Diego Román. Se tiene constancia de ciertos datos sobre la iglesia, que respondía al típico esquema barroco de nave central y capillas laterales transitables, con nave
de crucero de mayor anchura no sobresaliente en planta, localizándose en el centro del transepto una gran cúpula encamonada, esquema acorde con los modelos constructivos imperantes en el Madrid del siglo XVII. El convento se desarrollaba de manera longitudinal, con
una pequeña fachada a Recoletos que correspondía a los pies de la iglesia y las dependencias privadas se disponían tras el ábside.
Durante la desamortización de Mendizábal en 1836, el convento es suprimido y convertido en almacén de maderas. La comunidad se traslada entonces al convento de las “Descalzas Reales” hasta que Mariano Téllez Girón Beaufort, duque de Medina de Rioseco y
duque de Osuna, descendiente del fundador, reclama el derecho de reversión en 1852 y permite la vuelta de las clarisas al convento. Esta situación, que tuvo lugar de manera simultánea al mencionado ensanche de Recoletos, fue aprovechada por el Ayuntamiento para agilizar el proceso de expropiación y nueva alineación, trámite autorizado por el propietario.
Fueron muchas las vicisitudes del proceso de expropiación, interviniendo en él tanto
el arquitecto del duque de Osuna, Juan José de Urquijo, como los arquitectos municipales
Isidoro Llanos y Alejo Gómez. Llanos y Urquijo, realizaron un primer proyecto de expropiación y constataron la imposibilidad del derribo parcial, pues la nueva línea de fachada
exigía la completa desaparición del templo y parte de las dependencias privadas. Por ello,
finalmente convinieron su total derribo y nueva construcción.
El nuevo inmueble, financiado con la indemnización resultante y por las arcas municipales, se ubicó en el mismo lugar pero retranqueado respecto a su posición original, dan-
BOCM-20110610-24
Pág. 88
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID